Durante los años 70, en plena efervescencia del diseño industrial y la innovación tecnológica, Citroën se atrevió con una de las apuestas más audaces jamás vistas en el mundo del automóvil: el Citroën SM. Presentado en 1970, este gran turismo de lujo combinaba una estética futurista con soluciones mecánicas revolucionarias.

Diseñado para ofrecer prestaciones de alta gama sin perder el confort y la personalidad distintiva de la marca, el SM fue un coche muy por delante de su tiempo. Su corta vida comercial (apenas 5 años en producción) no impidió que dejara una huella indeleble en la historia de la automoción.

Nacimiento de un icono: Citroën y Maserati, una alianza inesperada

A finales de los años 60, Citroën era una marca conocida por su enfoque técnico poco convencional. Ya había revolucionado el mercado con el DS, y buscaba crear un modelo de altas prestaciones que mantuviera su filosofía de confort total, pero con un perfil más deportivo. Para ello, adquirió Maserati en 1968 y puso en marcha un ambicioso proyecto: construir el gran turismo definitivo, una máquina que mezclara la sofisticación francesa con el músculo italiano.

Así nació el SM (Série Maserati), cuyo desarrollo fue liderado por el ingeniero Robert Opron, también diseñador del DS. El coche fue presentado en el Salón de Ginebra de 1970, causando sensación inmediata por su aspecto vanguardista, casi espacial, y por sus soluciones técnicas inéditas.

No era un coche para todos. Era una declaración de intenciones, una obra maestra dirigida a una clientela culta, atrevida y amante del diseño.

Diseño: aerodinámica, elegancia y provocación

El diseño del Citroën SM sigue siendo, incluso hoy, asombroso. Su carrocería alargada y afilada, con el parabrisas muy inclinado y una trasera truncada, parecía salida de una película de ciencia ficción. Cada línea tenía un propósito: reducir la resistencia al aire y aportar elegancia.

Uno de los elementos más llamativos era el frontal cubierto, con seis faros (según versión), protegidos por una cúpula de cristal. Algunos de estos faros eran direccionales, girando con el volante para mejorar la visibilidad en curva. Un detalle técnico que aún sorprende medio siglo después.

La parte trasera, con sus aletas suaves y luneta en forma de cuña, completaba una silueta aerodinámica casi perfecta, con un coeficiente de penetración (Cx) de 0,26, extraordinario para la época.

El interior tampoco se quedaba atrás: volante monobrazo, instrumentación futurista, asientos envolventes y una sensación de estar en una cápsula espacial más que en un coche convencional.

Innovación mecánica: cuando la técnica lo es todo

  • Motor Maserati V6: 2.7 o 3.0 litros, en posición delantera, con potencias entre 170 y 180 CV. Compacto y diseñado para alto rendimiento, ofrecía un sonido único y una entrega de potencia suave y progresiva.
  • Suspensión hidroneumática: heredada del DS, permitía variar la altura del coche según la velocidad o el terreno, manteniendo un confort inigualable.
  • Dirección DIRAVI: asistencia variable según la velocidad, con autocentrado activo. Permitía girar con un dedo a baja velocidad y ofrecía firmeza a alta velocidad. A día de hoy, sigue siendo un prodigio técnico.
  • Tracción delantera: a pesar de su potencia, el SM mantenía la tracción delantera, algo inusual para un gran turismo.
  • Frenos de disco en las cuatro ruedas: con repartidor automático de frenada y asistencia hidráulica.

Todo ello se integraba en un coche de 1.450 kg, con un reparto de pesos cuidadosamente equilibrado, que alcanzaba los 220 km/h con una estabilidad que aún hoy sorprende.

Conducción y sensaciones: una experiencia única

La suspensión filtra cualquier irregularidad del terreno, haciendo que el coche “flote” sobre el asfalto. Al mismo tiempo, la dirección DIRAVI requiere acostumbrarse: su respuesta es inmediata y su autocentrado puede desconcertar al principio. Pero una vez comprendido, el SM se convierte en una extensión del conductor.

A diferencia de muchos GT de la época, que primaban la potencia bruta o la rigidez, el SM ofrecía conducción relajada a alta velocidad, gran confort en viajes largos y una sorprendente eficacia en curva, gracias a su bajo centro de gravedad y su suspensión inteligente.

Era el coche perfecto para cruzar Europa a velocidad de crucero, sin fatiga, sin vibraciones, sin prisas. No invitaba a correr, sino a disfrutar.

Producción limitada y fin prematuro

El SM nació como un icono, pero no tuvo el éxito comercial que merecía. Entre 1970 y 1975 se fabricaron poco más de 12.900 unidades, cifra escasa para un coche de su ambición. ¿Por qué?

La crisis del petróleo de 1973, junto con los altos costes de mantenimiento y la complejidad técnica del vehículo, redujeron su mercado. Además, Citroën se encontraba en dificultades financieras, y en 1974 fue absorbida por Peugeot. La nueva dirección cerró el capítulo Maserati y el SM dejó de producirse en 1975.

Aun así, dejó un legado impresionante. Influyó en diseños posteriores, como el CX y el XM, y sigue siendo uno de los coches más admirados por su audacia técnica y estética.

Coleccionismo y valor actual

Hoy, el Citroën SM es un clásico muy valorado por coleccionistas que buscan algo diferente. Su exclusividad, su diseño inigualable y su historia singular lo convierten en una joya. Aunque exige un mantenimiento especializado —especialmente en lo relativo a la hidráulica y el motor Maserati—, quienes lo poseen saben que no hay otro coche igual.

Existen clubes dedicados exclusivamente al SM, encuentros internacionales y restauradores especializados que conservan el espíritu del modelo con pasión. Su valor ha ido en aumento, y encontrar una unidad en buen estado es cada vez más difícil.

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